La Mesa es un municipio con unas características geográficas particulares. Su casco urbano, que desde hace casi 250 años se encuentra sobre una meseta que se eleva a 1200 metros sobre el nivel del mar, influyó en gran medida para que a lo largo de su historia se fuera construyendo diferentes caminos, conformando así una importante red vial a lo largo de sus 143km2.
Dicha altura permitió que con el clima templado que lo caracterizó hasta hace más de una década, la gente pudiera traer productos tanto de climas fríos como de los más cálidos, convirtiendo a esta villa en el lugar idóneo para la venta de papas, maíz, café, caña, quesos, carnes y muchos otros productos que hacían parte de una gran oferta que podían encontrar las personas que llegaban a la que se conoce ahora como “la ciudad amable y cordial”.
3. El Ferrocarril de Girardot y las tres inspecciones
Con la llegada del ferrocarril a inicios del siglo XX a La Mesa, las dinámicas comerciales en las plazas de mercado y locales comerciales empiezan a afectarse rápidamente, ya que no fue posible que este entrara hasta el casco urbano por las grandes pendientes que se presentan al llegar hasta lo alto de la meseta. Por ello, este se construiría al margen del río Apulo que es donde se encuentran las menores alturas con pendientes no muy elevadas, dando como resultado la construcción de ocho estaciones ferroviarias donde serían las de San Joaquín, San Javier y La Esperanza las que generarían y concentrarían nuevas formas de comercio.
San Joaquín sobresalió como la plaza comercial de las frutas; San Javier como el lugar perfecto de veraneo, pues llegó a contar hasta con 5 hoteles; y La Esperanza sería la plaza de mercado, además del sitio por excelencia de veraneo para la clase alta colombiana.
Además de eso, el ferrocarril también incidió de manera directa en la reestructuración de haciendas y nuevos poblados. Por una parte, las grandes haciendas se dividieran en otras menores y, por otra parte, las tres estaciones a las que se hizo mención se volverían en pequeños centros urbanos, que hoy conocemos como inspecciones de policía.
Es así como el ferrocarril jugó un papel fundamental en la reestructuración de los viejos caminos, porque al no tener un solo centro comercial fue necesario crear nuevos caminos o en su defecto mejorarlos, ya sea con un ancho mayor o realizando su respectivo empedrado para facilitar el transporte de las recuas de mulas que cada vez aumentan ante una mayor producción y un aumento poblacional, que pasó de concentrarse en su mayoría en el casco urbano como venía sucediendo desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX.
En ese orden de ideas, se puede concluir que la gran cantidad de caminos que se encuentran en La Mesa se debe, en principio, a las dinámicas comerciales a nivel local y regional en las que estuvo inmerso el pueblo. Allí, las haciendas funcionaron como los centros de producción, los caminos como el medio en el que se movilizaron estos productos, y el centro urbano de La Mesa con sus cuatro plazas de mercado y luego las estaciones del ferrocarril con su llegada serían los centros de distribución y consumo.