La responsabilidad de toda la producción recaía en la cabeza del encargado de recibir y pesar los ingredientes del Moje, interpretar las planillas diarias que variaban de acuerdo a los días de mayor demanda como eran los miércoles y domingos (días de mercado en la población), festivos y la Semana Sta. Por más de 30 años se destacó en esta labor el insuperable señor Rafael Rodríguez.
El amasijo en los primeros tiempos fue desempeñado por “Tabloneras”, mujeres que mientras trabajaban criaban a sus hijos debajo de los mesones y quienes al crecer, ya familiarizados con el oficio, reemplazaban a sus madres. Así el personal de planta llegó a 16 panaderos.
El local esquinero abría sus tres portones y el Reservado a las 6 am y cerraba a 10 pm.
Trabajadora incansable y quien supervisaba a las vendedoras fue la señorita María Pinzón, desde muy joven hasta 1963. Toda una vida al servicio de la panadería.
La limpieza del Tablón, herramientas, canes y latas estuvo a cargo de “Fabián”, solitario personaje, nieto de esclavos quien desde niño vivió allí hasta sus últimos días. Recuerdan que entre fiebres y delirios hablaba del día de cuando se dio la orden a todo el personal de salir, para que él a solas brillara una gran vajilla de plata que nunca volvió a verse. Ese servicio era facilitado por Doña Carmen en su salón comedor cuando el párroco debía atender a altos prelados de la iglesia, quienes por celebraciones especiales de la curia, visitaban la población.
En el siglo XIX es cuando en la compra y venta de alimentos, el transporte fija una importancia estratégica; los malos caminos encarecían las materias primas, en invierno se hacían intransitables aún para las mulas, con las que se corría el riesgo de desbarrancarse como a menudo ocurría en el sitio conocido como “Boca de Monte”.
Es por esta causa por la que se recurría a los “Cargueros”, quienes de manera segura recorrían a pie hasta 100 km en 7 días, mientras que las mulas gastaban el doble. Además, los cargueros transportaban no solo personas sino también grandes fardos de más de 6 arrobas. Desde Tunja, Facatativá y Bogotá bajaban harina, trigo, cebada y de La Mesa subían azúcar, cacao, café y frutas entre otros productos.
Con los cambios tecnológicos se implantó la navegación a vapor por El Magalena. Por esta vía y desde Londres llegó la “caja fuerte” o caja de seguridad Mosler Safe Co, que prestó muy buen servicio para resguardar los valores del negocio. Así también llegó un piano inglés que con motivo de los 15 años de Elvira Vanegas Z, le fue regalado por sus padres Doña Carmen y Don Domingo. En 1968 este piano fue comprado por el sacerdote Carlos Salazar por valor de 700 pesos.