En la primera mitad del siglo XX el predio de la construcción de 600 metros perteneció a Alfonso Lesaca, luego a Celia Restrepo de Mejía, después a su heredero Eliodoro Mejía, pasando en 1974 a la señora Cecilia Mejía de Espejo y a su hija Martha Cecilia Espejo Mejía.
En 1986 la adquiere el Dr. Carlos Hernando García y es por ello por lo que, entre los once Bienes de Conservación del municipio de La Mesa, esta casa figura con su nombre. Actualmente y desde el 2003 pertenece a Patricia Vanegas de García.
Con el paso de estos propietarios, la casa registró intervenciones propias de cada época, adaptando la estructura y los espacios a nuevas funciones. Es así como se encontró un equilibrio entre el estilo antiguo y lo contemporáneo.
A mediados del siglo pasado, en la casa funcionó una fábrica de bocadillos de guayaba dado que en su solar crecían árboles de esta fruta. Posteriormente en la década de 1950 se desarrollaron ahí las actividades sociales del Club de Leones.
El zaguán de la casa que inicialmente cumplió la función de paso de las bestias a las pesebreras está en la actualidad adecuado como corredor de servicios y/o galería de arte, cumpliendo de manera voluntaria con una labor social, ya que la casa es lugar de residencia privada.
La casa cuenta con dos grandes salones en donde se encuentran dos esculturas de Alfonso Mejía, hijo de uno de los anteriores dueños de la casa, así como una escultura italiana de “La Virgen y El Niño”, traída por el Capitán Rivas en su aeronave. Separa el salón comedor, reproducciones de dibujos botánicos de La Expedición.
Consta además de tres habitaciones con sus baños, un baño de servicio, zona de lavadero y cocina.
Su distribución triangular, sus paredes de adobe y bahareque proporcionan un clima agradable y fresco al interior, el techo de zinc grueso reemplazó en el siglo pasado al original de palma trenzada. Los pisos en baldosas coloridas de diseños geométricos, dispuestas a manera de tapetes, forman parte de su identidad.
La parte del solar se extiende al Camino Real en una terraza que permite admirar el paisaje al valle de la base de la meseta y la cordillera con tres de sus nevados, El Tolima, El Santa Isabel y El Ruiz.
Allí también permanece aún el centenario aljibe de cerca de veinte metros de profundidad, que proveía a la casa de agua para sus labores domésticas y riego de plantas en épocas de intenso verano.
En el patio central empedrado, se encuentra una pila labrada en piedra, así como pozuelos adecuados para el uso de las aves silvestres y una fuente decorada con azulejos provenientes de Andalucía y Portugal. En la terraza exterior se puede observar una placa en donde está inscrita una estrofa del soneto “A La Mesa” del poeta mesuno, el Dr. José Bernal Mesa, abuelo materno de la actual propietaria de la casa.
Por todo esto, se han tejido leyendas del imaginario popular; los niños la llaman “la casa mágica” y algunos cuentan que en los tiempos de Juan Díaz Jaramillo y en días de espesa niebla, las hormigas salían por el zaguán cargando pepitas de oro para Juan Díaz.